¿A quién no le ha pasado que, al querer cambiarse de carril, tiene un percance con otro coche o, peor tantito, con un taxi o microbús que cree que por avanzar un metro más va a llegar horas antes a su destino?
Es sorprendente la agilidad de la cual son capaces algunas personas a la hora de tomar el volante. Se vuelven depredadores que guardan su lugar como si éste fuera un boleto directo al paraíso. Tienen un don para presentir ese inminente cambio de dirección, esa invasión a su carril que equivale a una verdadera declaración de guerra y a la cual responden pisando el acelerador como energúmenos. Si por alguna razón inexplicable lograste eludir su atenta vigilancia (ese desafortunado momento en el que estaban demasiado ocupados hablando por teléfono), sin el menor recato pueden llegar a cambiarse de carril, acelerar hasta llegar a tu altura, lanzarte una mirada furiosa y pasar a recuperar su lugar. Una manera en que a veces puedes lograr tu cometido es haciendo contacto visual. Esa presión (científicamente comprobada) te puede permitir hacer un camino. Pero para conseguirlo necesitas desplegar todo un savoir faire. En esos momentos sus niveles de concentración al camino alcanzan límites insospechados.
Sin embargo, hay veces en las que te pasaste de intrépido, no lograste ese deseado contacto visual y el otro materializó su amenaza. Y ¡pum!, en menos de dos ya chocaste, ya se armó y, la verdad, ni cómo ayudarte. Bloqueas todo el tránsito. Ese carril en hora pico, que se acaba de volver VIP. Pero pues ni modo que lo vayas a mover ¿no?, digo, es la zona del crimen… A partir de ese momento diferentes situaciones se presentan. Cada persona es como un huevito Kinder, nunca sabes lo que tiene adentro, y luego, puedes tener cada sorpresa (normalmente son malas, como los rompecabezas que hay en los huevitos Kinder).
Primero está el que se escapa sigilosamente, evadiendo total responsabilidad. O tal vez muy considerado, no queriendo retrasar a toda esa gente que tiene que llegar al trabajo, a abrazar a sus hijos por la noche antes de dormir o toda otra situación que le pudo haber pasado por la cabeza. Luego viene el que es amenazante y desafiante, dejando claramente a la vista una pistola, un bate de beisbol en la cajuela del coche o cualquier objeto que, vaya, no da confianza. Y ahí ni cómo hacerle: Patitas pa’qué las quiero, intentas desaparecer lo más rápido posible de su campo de visión. Otro, es el que ve ese choque como un verdadero regalo de Dios. Por fin va a poder arreglar su coche gratis. Se deshace en insultos, ruge de furia mientras te muestra el lugar donde le acabas de chocar. Algo que la verdad agradeces, porque entre tantas abolladuras y golpes no sabrías determinar dónde acabas de dejar tu huella. Ahí, la cosa se torna un tanto aburrida, ya conoces el fin de la historia. Mientras esperas al seguro, te preparas mentalmente a tener la culpa, a pagar el deducible y a dejar que el seguro se ocupe del feliz campeón.
Donde la cosa se pone interesante es cuando interviene nuestra eficaz, sensible y comprometida policía. ¡Porque ahí sí que ya se armó la fiesta! El policía llega corriendo. No, cómo creen, era broma. Llega en su patrulla en busca de chisme y de alguna lanita. Gracias a Dios que usted existe, ya se había cansado de jugar con los semáforos. Se presentan como los mediadores de la paz, proponiéndoles, en caso de no llegar a un acuerdo, arreglar el problema en la Delegación. ¿Quieren saber que pasa ahí? La verdad es que hasta el día de hoy, yo nunca había tenido respuesta a esa intrigante incógnita. Hasta que mi amigo pasó a la acción, disipando ese gran misterio.
Chocó con un microbús que se había pasado el alto. Hasta ahí, nada fuera de lo normal. El chofer reconoció ante mi amigo no haberse parado en el semáforo, un hecho, creo, un tanto inusual. Pero bueno, en eso, llegaron sus compañeros de trabajo, otros microbuseros (ya sabe, en esas situaciones uno nunca está sólo. Bendita amistad) y rápidamente pusieron al tanto de la verdad al pobre hombre, que al parecer por el golpe ya hasta se había vuelto sincero. Era mi amigo el de la culpa, él se había pasado el alto. Sí, sí, no se me angustien, ya todo ha vuelto a la normalidad. Ahí es donde interviene la policía que los invita a pasar a la Delegación. Mi amigo, que creo estaba sufriendo los efectos del golpe que habían afectado al chófer unos minutos antes, tuvo una reacción insospechada para el resto de los mortales. Accedió. Una vez conducidos al corralón (de donde el microbús salió al día siguiente, mientras que el de mi amigo se quedó varado una semana), se realizó una declaración ministerial. El ministerio público, con un gran discernimiento, condujo este caso a la verdad. Determinó que mi amigo se había pasado el alto: Él era el culpable. El pobre muchacho se vio así en la obligación de pagar el deducible, así como un pago extra de seis mil 500 pesos. Su seguro tuvo también que arreglar los daños perpetrados al microbús. El pago extra incluía el arraigo del coche, el inventario que se le había hecho al coche a la entrada al corralón (tal vez ahí los objetos robados y extraviados sí son responsabilidad del corralón), así como la estancia del coche en dicho espacio. Ni que los estacionamientos fueran gratis hoy en día.
Pero discúlpenme, creo que me pasé de odiosa, sarcástica y exagerada. No toda la gente es así. A veces puedes toparte con la perla rara. Puedes caer sobre ese 26% de la población mexicana que sí tiene un seguro o con esas personas que aunque no cuentan con él, permiten llegar a acuerdos satisfactorios. En Chile, 100% de los conductores cuentan con un seguro. Esa cifra es de 80% en Uruguay y Colombia. Es chistoso pensar que los seguros en México no son obligatorios, de hecho, es el único país de la OCDE en no imponerlos.
Pero bueno, México poco a poco se va transformado, modernizando. Han habido cambios, si ya hasta acabamos de inaugurar los exámenes prácticos y escritos como requisito para obtener la licencia de manejo. Además, una compañía de seguros para auto acaba de poner en el mercado un seguro que protege contra los que no tienen seguro. ¡Gracias por innovar en donde el gobierno es incapaz de actuar!