ROSETTA, GRACIAS POR EL RIDE. ATENTAMENTE: PHILAE

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Diez años de viaje más tarde y seis billones de kilómetros más lejos. La Agencia Espacial Europea (ESA), la NASA y el mundo entero en general contienen la respiración. Nada se mueve. Salvo una pequeña nave espacial: Rosetta, que vuela seguramente hacia su objetivo. Y lo encuentra. Logra ponerse en órbita del cometa 67P/Churyumov-Gerasimenko o, más familiarmente, Tchouri. Esta recién formada pareja, separada por tan sólo 100, 50 para llegar a 30 kilómetros está cargada de gran expectativa. Su privilegiada posición y su gran cercanía le permiten recolectar importantes datos y fotos sobre el núcleo del cometa y su comportamiento al acercarse al Sol. Pero éste no es el único propósito del proyecto de 1.3 billones de euros. La historia espacial apenas empieza y el siguiente capítulo es la razón por la que al término de 2014 volvimos a escuchar de este proyecto, que podría parecer muy alejado de nuestras preocupaciones y nuestras vidas, pero que, paradójicamente, está íntimamente relacionado con nosotros… Esta misión podría explicar, en gran parte, por qué estamos en la Tierra. Nada más y nada menos.

El 13 de noviembre de 2014 se logra una primicia en la historia de la exploración espacial. Philae, un pequeño robot, un mini laboratorio de física y química, es lanzado desde Rosetta, con el objetivo de posarse sobre el cometa. La misión es sumamente arriesgada, ya que diversos puntos deben ser considerados: Philae tiene que ser liberado en el momento adecuado para caer dentro de un cierto perímetro. Dicho lugar, designado tras concertaciones de los científicos luego del análisis de la información proporcionada por Rosetta, tendría que responder a necesidades en luz solar, única forma de recargar la batería de Philae, así como de un periodo de oscuridad para un óptimo funcionamiento de ciertos instrumentos. Esta exactitud del lugar de aterrizaje se ve aún más complicada por el peso de Philae, que si bien es de 100 kg en la Tierra, en el espacio se traduce en un 1 gramo, lo que aumenta el riesgo de rebote o pérdida definitiva.

Philae es lanzado. Tras siete horas que parecen interminables, a 3.5 km/h, toca suelo por primera vez, pero contagiado por una danza diabólica que parece no tener fin —o que podría poner fin a esta historia tan alegremente comenzada—, aterriza tres veces en espacio de unas cuantas horas; luego de un primer descenso logrado exitosamente en el sitio deseado, Philae, poseído por fuerzas sobrenaturales o por amor a las alturas, se lanza una vez más a la conquista del espacio y emprende una trayectoria que lo lleva un kilómetro más lejos, tras una larga hora, que desde las sillas de la ESA tienen sabor a eternidad. Luego del segundo rebote, Philae logra finalmente estabilizarse. Buena noticia. El ambiente se relaja notablemente, los rostros se desarrugan, las facciones se suavizan. Mala noticia: Philae se encuentra en un terreno sumamente escarpado. Sus tres patas metálicas no se encuentran fuertemente adheridas al terreno; con una inclinación de aproximadamente 30 grados, uno de sus pies flota en el aire, como si quisiera tocar una presencia marciana o un fantasma terrenal. Otro problema se perfila inmediatamente: Philae se encuentra atorado entre rocas, cerca de una gruta, lo cual significa que la luz solar difícilmente logra acceder hasta ese sitio, imposibilitando la recarga de los páneles solares. Sin embargo, a bordo se encuentra una batería con una autonomía de 60 horas. Que la cuenta regresiva empiece.

Philae no tiene tiempo que perder. A pesar de su arduo y largo aterrizaje, se pone a trabajar inmediatamente. Gracias a los 10 instrumentos a bordo, efectúa mediciones sobre las propiedades térmicas y físicas de la superficie del cometa, recolecta información sobre la estructura interna, el campo magnético, los gases y polvos presentes y, sobre todo, realiza una perforación, la primera hecha en un cometa. Antes de apagarse, el robot logra transmitir todos los datos a Rosetta y a los científicos, pero Philae no está muerto, no es un adiós sino un simple hasta luego, ya que entró en hibernación, esperando una luminosidad que podría llegar cuando el cometa se encuentre más cerca del Sol.

Ahora bien, una vez superado el estrés de la misión, la emoción controlada y en la espera de un renacimiento de Philae, uno podría preguntarse —muy legítimamente— por la importancia de toda esa información, ¿cómo es que algo que se encuentra tan alejado de nosotros puede darnos elementos sobre lo que somos y llegar a afectar la concepción que tenemos de nuestro entorno?

La clave está en que el cometa Tchouri, una enorme bola de hielo, es uno de los fósiles más antiguos de lo que fue el sistema solar hace 4.5 billones de años.

Para entender este concepto, tenemos que emprender un largo viaje en el tiempo. Nos encontramos frente a una nebulosa primitiva de gas interestelar, nube molecular que por su importante densidad termina por derrumbarse, revelando en su centro, como un tesoro escondido, la estrella que habrá de ser determinante para nuestra supervivencia: El Sol. A su alrededor, empieza a formarse un disco compuesto por polvos y gases que darán origen a los planetas, asteroides y cometas. Hoy se cree que los cimientos de la vida, las primeras moléculas indispensables, vieron la luz en la parte externa de ese disco, lugar en el que se encuentran los cometas. Por esa razón se espera que Philae y Rosetta logren captar la presencia de moléculas orgánicas complejas, de aminoácidos, componentes de dos átomos, que forman las proteínas de los seres vivos. Los estudios realizados hasta este momento han permitido identificar en el cometa el carbono a un sólo átomo. Por otro lado, mientras los planetas experimentaron un cambio importante y los asteroides entraron en colisión, los cometas quedaron intactos, convirtiéndose así en una importante fuente de información sobre el estado del sistema solar en el pasado, su evolución y su situación actual.

Existe también la posibilidad de que la materia granular sea de la misma constitución que el núcleo de la Tierra, originalmente. Por último, si bien se pensaba que la existencia de agua en la superficie de la Tierra podía deberse a colisiones de cometas contra la Tierra, la nueva información extraída de Rosetta se inclina a un aporte hecho por asteroides.

El 13 de agosto próximo, el cometa estará lo más cerca del Sol, por lo tanto se volverá más activo, ya que esa cercanía provocará un desprendimiento de gases y polvos de la superficie del núcleo para formar la coma y la cola que se expandirá. En ese momento se podrá entender en toda su extensión al cometa. Así, mientras Rosetta y Philae se vayan acercando a su destrucción, nosotros, a la manera de recién nacidos, estaremos apenas abriendo los ojos y asistiremos a nuestro nacimiento.

Foto: Philae tomada por la sonda espacial Rosetta (http://www.esa.int/fre/ESA_in_your_country/France/C_est_fait!_Le_module_Philae_de_Rosetta_a_atterri)

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