La Dionaea muscipula, mejor conocida como Dionea atrapamoscas, es una planta carnívora que debido a los suelos pobres en nutrientes que habita se vio obligada a evolucionar y adoptar una dieta animal. Si algún consejo les puedo dar, en caso de que reencarnen en insecto y tengan la mala fortuna de encontrarse cerca de una Dionaea, es este: mantengan la calma y sobretodo, no se muevan. Si se alteran inducirán un mortal ciclo de desintegración.
Ésta fue la conclusión a la que llegaron investigadores de la Universidad de Würzburg, Alemania, al percatarse de que la planta es capaz de registrar la cantidad de aleteos desesperados –patadas de ahogado– que da su presa y en función de esta resistencia hacer que su muerte sea más violenta. Y es que la Dionaea posee un sofisticado mecanismo sensorial que le permite captar esas tenues vibraciones gracias a finos hilos sensoriales y glándulas que recubren la superficie de la trampa.
Primer acto: un hambriento insecto pasa por las proximidades y es inevitablemente atraído por los delicados aromas frutales de la planta. Segundo acto: el incauto pasajero se posa sobre la trampa activando los hilos sensoriales que empiezan a emitir impulsos eléctricos. En ese momento hay dos posibles finales, ya que todo depende de lo que hará el insecto en los siguientes 20 segundos. Si este último tras posarse opta por quedarse quieto y disfrutar del paisaje sin hacer más aspaviento, saldrá airoso de la prueba; la planta “pensará” que no es alimento y no querrá gastar energía en lo que podría ser una hoja o algo no comestible. Sin embargo, si el insecto comete el error de aletear, ¡bum!, en menos de una fracción de segundo, las “fauces” de la planta se habrán cerrado sobre él.
Pero esta habilidad “matemática” no termina ahí. Un tercer aleteo inicia con el ciclo de digestión y la producción de enzimas digestivas. ¿Más, más y más aleteos?, más ácidos y enzimas caerán para disolver a la presa que se resiste a morir. Este estómago verde tiene muchos ases bajo la manga, así que recuerden: la paciencia siempre rinde sus frutos.
Fuente: http://www.cell.com/current-biology/fulltext/S0960-9822(15)01501-8
Imagen: Francesco d’Aleo