Los parásitos, como su nombre lo indica, se consideran organismos indeseables, conocidos por sus efectos negativos en la salud de sus hospederos.
Si bien mucho se ha investigado sobre la relación parásito-hospedero, se sabe muy poco sobre cómo esta relación evoluciona en un contexto de cambio climático y presencia creciente de metales pesados en los ecosistemas.
Sería lógico pensar que si los parásitos y los contaminantes aumentan la mortalidad, los dos combinados serían un doble combo de mala suerte.
Pues éste, sorprendentemente, no es el caso. Un equipo de investigadores europeos de la Universidad de Sevilla, en España, del Instituto de Investigación del Medio Ambiente de Inglaterra y del Centro Nacional para la Investigación Científica de Montpellier, en Francia, mostró un caso donde los parásitos incrementan la resistencia a la presencia de metales pesados en el ambiente.
Los experimentos se realizaron con diminutos crustáceos llamados Artemias, algunos de ellos infectados por gusanos, Flamingo lepisliguloides, en estuarios altamente contaminados con arsénico, un veneno conocido por su gran toxicidad.
El estudio se diseñó para poder estudiar al parasitismo en un ambiente fuertemente contaminado y con un aumento de la temperatura de cuatro grados, que potencializa los efectos tóxicos de los metales pesados como el cromo o el arsénico en los seres vivos.
De esta manera los investigadores asistieron al despliegue de un gran arsenal de defensas de las Artemias infectadas. En efecto, estas últimas produjeron el doble de enzimas antioxidantes que las no infectadas, lo que les permitió proteger sus órganos internos de los metales pesados acumulando gran cantidad de gotas de grasa que capturaron los contaminantes y provocando una sobreproducción de pigmentos que les ayudó a disolver las toxinas en las reservas lipídicas. En pocas palabras, los parásitos no deseados del principio del texto, les salvaron literalmente la vida a las Artemias.
¿Cómo explicar tal apoyo por parte del parásito? La respuesta está en la foto y en el nombre del parásito: Flamingolepis. Las Artemias infectadas están en mucho mejor estado de salud, son más gordas, más coloridas y más visibles. Estas características las harán muy probablemente las primeras candidatas para acabar en el fondo del estómago de un flamenco rosa –que es rosa justamente gracias a las Artemias–, última etapa del ciclo del parásito. Nada de sentimentalismo, sino más bien una manipulación parásita bien pensada por la evolución.
Los científicos sospechan que estos fenómenos de resistencia a los metales de los seres vivos ocurren de manera frecuente en la naturaleza y se incrementarán en un futuro.
Fuente: Sánchez MI, Pons I, Martínez-Haro M, Taggart MA, Lenormand T, Green AJ (2016) When Parasites Are Good for Health: Cestode Parasitism Increases Resistance to Arsenic in Brine Shrimps. PLoS Pathog 12(3): e1005459. doi:10.1371/journal.ppat.1005459
Imagen: Artemias infectadas (rojas) y no infectadas (transparentes) doi:10.1371/journal.ppat.1005459.g001