Mundos derritiéndose como helados, osos polares explorando el océano en un diminuto pedazo de iceberg, coches arrastrados por terribles inundaciones, una interminable sucesión de imágenes aparecen al hacer mención del cambio climático.
Y es que este fenómeno ha tenido un gran eco social; es un foco mediático del que todos, desde el Papa hasta artistas de renombre internacional han dado su opinión. Existe un relativo consenso sobre lo que significa el cambio climático, este anormal aumento de temperaturas ocasionado por la liberación antrópica de gases efecto invernadero (GEI) a la atmósfera, o mejor dicho nuestro basurero aéreo.
Sin embargo, una simplificación tan enorme no puede más que engendrar un monstruo difuso, una idea sin fronteras que ha catapultado al cambio climático como el responsable de todo y de nada; pero con una inmensa ventaja, la de evadir responsabilidades.
Los huracanes, sus cientos de muertos y pérdidas económicas son consecuencia del cambio climático y no de malas o inexistentes políticas de prevención, combinadas a una incapacidad por reducir la vulnerabilidad que enfrentan las personas en zonas de alto riesgo. Inevitablemente es el paradigma naturalista que se lleva todas las acusaciones: no hay responsables directos.
Lo mismo ocurre a un nivel más global. Los representantes de cada país acuden tranquilamente a conferencias sobre el clima, algunos convencidos de que la culpa la tienen los países que más dióxido de carbono emiten; otros con la conciencia tranquila y las manos en el bolsillo que dejan brevemente vislumbrar a la hora de firmar los famosos acuerdos sin ningún carácter restrictivo; además, el largo plazo del que disponen para convertir el humo en acciones concretas termina por restarles su valor inicial. México, con emisiones anuales que corresponden al 1.5 % de los GEI mundiales tampoco tiene mucho de qué preocuparse.
Es curioso constatar el papel protagónico de las emisiones de dióxido de carbono, otros temas como la deforestación, el cambio de uso de suelo o la urbanización descontrolada rara vez se encuentran entre las prioridades de la agenda. Estas preferencias injustificadas, un análisis incompleto donde se excluyen las demás piezas del rompecabezas, las otras presiones antrópicas, impiden enfrentarse realmente al problema y merman de manera importante la eficacia de los programas de mitigación y adaptación al cambio climático.
Así, mientras que en la COP21 de París se lograban “ambiciosos e históricos” acuerdos, en esos mismos 12 días se deforestaban 5,000 hectáreas en nuestro país.
Y no obstante, desde los años 70 se sabe que el cambio de uso de suelo modifica los flujos de calor. En efecto, al disminuir la humedad del suelo y del ambiente se altera el ciclo del agua y se cambian los patrones de lluvia. En ciertos lugares incluso se ha demostrado que el cambio de uso de suelo tiene mayor impacto en las temperaturas que las emisiones de dióxido de carbono.
Al norte de Guatemala, en el Petén los estragos de la deforestación son sumamente visibles. Esta región, que ocupa un tercio del territorio nacional, estaba hasta 1970 recubierta en un 80 % por bosques. Hoy en día, el paisaje se ha tornado desértico: la mitad de este verde capital se ha perdido, catapultando a Guatemala a las nada envidiables primeras posiciones en deforestación del mundo.
Esta transformación radical ha tenido fuertes consecuencias sobre las precipitaciones y esto impacta los cultivos de maíz y frijol. Y a una velocidad desenfrenada, se instala un ciclo vicioso que parece difícil revertir y que orilla al gobierno de Guatemala a declarar un estado de sequía prolongada. Las cifras hablan por sí solas: 720,000 personas requieren urgentemente de alimento y 1.2 millones de individuos perdieron sus cosechas; de ellos entre un 10 a 20% podría optar por cruzar la frontera a México en busca de mejores condiciones.
Sin embargo, en los medios de comunicación, la asociación entre cambio climático y fenómenos naturales es inmediata, los rodeos se eliminan para en su lugar construir puentes donde los temas de deforestación y sequía no tienen cabida y son remplazados por términos más mediáticos que provocan una distorsión de la información: Cambio climático y sequía prolongada, Cambio climático y hambruna, Cambio climático y éxodo.
De igual manera, en política se habla de adaptación y mitigación al cambio climático y se prevé implementar las rotaciones de cultivos, las semillas genéticamente modificadas para ser más resistentes a la sequía, las tecnologías de ahorro de agua e inclusión de energías renovables. El problema de deforestación sencillamente brilla por su ausencia.
Mientras tanto, la vulnerabilidad de la gente frente a los fenómenos naturales se incrementa, así como las pérdidas económicas y los costos de remediación.
Al hablar de fenómenos naturales, es decir de posibles amenazas para el hombre, es importante incluir la noción de vulnerabilidad y riesgo. Y es que no es lo mismo que ocurran inundaciones y huracanes en una zona donde eficaces políticas de prevención han impedido el asentamiento humano, a que estas sucedan en áreas densamente pobladas; la amenaza es la misma, pero la vulnerabilidad aumenta considerablemente con población.
En México, de 100 pesos que percibe el sector público, únicamente 2.7 son destinados al medio ambiente. De este raquítico presupuesto ambiental, el 54.4 % se va en remediación por daños ambientales, mientras que sólo el 25 % se destina a prevención. Si algo sí deja prever esta ausencia de prevención es que inclusive en un contexto utópico de ausencia de cambio climático y si tomamos en cuenta el crecimiento poblacional, en el futuro los eventos naturales provocarán cada vez más pérdidas.
Cambiar de paradigma, hablar ya no de desastres naturales, sino de fenómenos naturales que provocan desastres, le resta el carácter de “voluntad divina” a los estragos y abre la puerta a la posibilidad de señalar responsables.
Bibliografía:
Conferencia Dr. Víctor Magaña-Instituto de Geografía UNAM
Avrum J. Shriar “Food security, land use, and deforestation in northern Guatemala”. Food Policy . February 2003.
Catherine M. Tucker,Hallie Eakin,Edwin J. Castellanos, “Perceptions of risk and adaptation: Coffee producers, market shocks, and extreme weather in Central America and Mexico“. Global Environmental Change. February 2010.
Nations Unies, “Convention-cadre sur les changements climatiques” 12 décembre 2015.
OCHA, “Drought in Central America in 2015. Situation Report“. October 6, 2015.
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